​Miguel Vieira Toro

La morfología urbana tiene ciertas caractéricticas que hacen a cada ciudad diferete no solo en cuanto a su manera de transitar sino también en cuanto a la percepción y entendimiento que se tiene de la misma. La ciudad está dividida por una trama, la trama tiene calles y tiene cruces, tiene manzanas y plazas. Todo esto junto compone entonces lo que para nosotros es la forma urbana. Cada una de las ciudades responde diferente a unos factores que determinan su forma  su función. Existe un fenómeno que crea un puente entre estos dos conceptos aterrizando a la ciudad en un espacio habitable por nosotros. Este fenómeno entonces utiliza el medio y el entorno donde se encuentra la ciudad y lo cruza con ciertas dinámicas que se llevan a cabo en la misma para así generar una forma acorde a estas dinámicas. De acuerdo a lo que la ciudad comunica como medio habitable podemos percibir entonces un “genius loci” o un ambiente propio que nos invade nuestro sentir. Es así entonces como vamos descubriendo colores urbanos, aromas y sensaciones que nos llevan a través de la ciudad de una manera diferente y propia.

Todas estas sensaciones que nos arroja la ciudad nos llevan entonces a querer cambiar la manera en como percibimos las ciudades a las cuales estamos acostumbrados.  Queremos generar de alguna manera un sentimiento de deriva a través de nuestra propia ciudad, estar perdidos y conocer un lado de la ciudad que el movimiento moderno nunca nos lo permitió. Debemos construir situaciones que nos lleven a lugares inhabitados por nosotros, que nos lleven a esos lugares en donde la ciudad propia de cada individuo encuentra fracturas y aislamientos que al llenarlos cambian nuestra forma de ver, percibir y sentir la ciudad que habitamos sin cuidado e inconscientemente.